Ha llegado el momento de dedicarle una reseña a Gideon the Ninth, el libro de las lesbianas nigromantes en el espacio…
Okay, ¿podemos hacer una pausa para hablar de lo terrible que es esta tendencia de describir las tramas de los libros con este tipo de frases sustantivas? Decir que Gideon the Ninth se trata de “lesbianas nigromantes en el espacio” no solo es parcialmente incorrecto, sino que además no nos dice nada relevante sobre qué tipo de significado podríamos derivar de esta experiencia de lectura.
Esta tendencia de viralizar los libros con este tipo de descriptores me parece la muestra in a nutshell de todo lo que está mal con el panorama de la fantasía y la ciencia ficción [angloparlantes]: un foco excesivo en el decorado y en el show off superficial de identidades diversas, a expensas de historias que verdaderamente especulen o imaginen o aporten sustancia y luz sobre la realidad desde lo no-mimético.
Pero bueno, esto es un hate aparte. O no tan aparte porque, sabiendo que Gideon the Ninth ha sido muy popular en los últimos años y que se habla de él justo en estos términos, mi expectativa era justo esa: que sería una lectura con mucho decorado y mucho show off de diversidad, pero poca sustancia.
Y sorprendentemente no lo es. En realidad me parece que la fama de la novela (y quizás de la saga entera) está sostenida en méritos legítimos.
Gideon the Ninth nos lleva a seguir la historia de Gideon Nav, una huérfana de origen misterioso que fue recogida y criada por la Novena Casa (una especie de culto raro de nigromantes que cuidan una tumba). Gideon es una simple sirvienta entrenada en el uso de la espada y no puede aspirar a gran cosa para su futuro, la verdad. Además, la Novena Casa está decrépita y en ruinas y es horrible vivir ahí, así que el mayor sueño de Gideon es huir para unirse al ejército del Imperio.
Pero, el día que Gideon planea consumar su enésimo plan de huida, Harrowhark Nonagesimus, la heredera de los regentes de la Novena Casa y eterna bully/amiga/enemiga de Gideon, le hace una propuesta: le otorgará su libertad si Gideon se convierte en su caballera y la acompaña a la Primera Casa, sitio en el que el Emperador ha convocado a los herederos y caballeros de todas las casas de este extraño Imperio nigromante para cumplir con un reto muy especial.
El resto de la historia es un descenso a una suerte de battle royale porque alguien o alguienes o algo está matando a los participantes del reto, y ahora Gideon y Harrow deberán hacer a un lado sus diferencias y colaborar juntas (e intimar) si es que quieren sobrevivir.
En realidad, tanto la trama como los personajes como el worldbuilding son bastante fascinantes y pronto está uno leyendo una historia que se va como agua y que se disfruta mucho.
Bueno, para ser precisos, se lee como agua a partir de la segunda mitad, porque la primera mitad es un poco farragosa. No sé si porque Gideon en esa sección es un personaje un poco pasivo, que vive la historia de manera muy marginal; o porque el worldbuilding es un poco complejo o porque hay un elenco muy amplio de personajes introducidos de golpe: de repente tiene uno que llevar registro de los nigromantes y caballeros de todas las casas sin estar bien seguro de quién o qué o cómo.
Pero, si uno logra superar cierto punto, se encuentra con una sucesión imparable de revelación shockeante tras revelación shockeante y momento intenso tras momento intenso. Las dinámicas de seducción, enemistad, alianzas y reto intelectual constante entre los nigromantes y caballeros de todas las casas de verdad estallan y llega un momento en que todo mundo podría morir y sientes que no puedes confiar en nadie, pero de todos modos te fascina verlos a todos.
E, incluso en los momentos flojos, lo que mantuvo la historia a flote para mí y lo que creo que es la joya de todas las coronas es la dinámica entre Gideon y Harrow. Su constante tensión (casi siempre enemistosa, a veces amistosa y a veces no sé si un poco queerplatónica o romántica o sexual) es una delicia y creo que, si Gideon the Ninth se lee como la historia de unas eternas rivales que descubren que sus destinos están unidos y que juntas cargan a cuestas con la vida y la muerte; la decrepitud y la esperanza de su Casa, es ufff, es una historia hermosa.
Muchos momentos entre ellas están deliciosamente escritos, no solo por el cuidado y el amor con que están desarrollados los personajes, sino porque la prosa también es muy bella.
Ahora bien, no sé si alguien podría decir que la dinámica entre Gideon y Harrow (y, en sí misma, la novela) no es más que un reciclado de tropos remezclados con mucho fan service (incluso hay una escena de confesiones íntimas en una piscina), pero… no sé.
Siento que lo que salva a Gideon the Ninth de ser un amalgamado de elementos del que alguien pudo haber dicho: “Pon todo esto junto y de seguro vende”, es que se siente que la novela está escrita con amor.
Se siente que hay pasión, hay cuidado, hay sinceridad. Y sí, es una historia que tiene la ambición y la espectacularidad e incluso los clichés de un anime para adolescentes, pero se siente que todo eso está ahí porque Tamsyn Muir se moría de ganas de escribirlo. Como si hubiera dicho: Sí, le voy a meter a mi libro espadas y nigromantes y constructos gigantescos de huesos y rivales vueltas amigas haciéndose confesiones íntimas en una piscina y un battle royale y luchas gore y sí, todo eso va junto ¡PORQUE ES TODO LO QUE SIEMPRE QUISE!
Y yo celebro eso: que se vea la voluntad y el amor de la autora por hacer lo que hizo.
No sé si haya tantísima sustancia debajo de tanta espectacularidad pero, al menos, un libro enteramente vacuo no es. La relación entre Gideon y Harrow impacta, así como ciertas exploraciones que hay por ahí acerca de la muerte, el legado y los precios que pagamos por la supervivencia individual y colectiva.
Ahora, tampoco es que sea un libro profundísimo. Es mucho más divertido que profundo. Pero se ve el amor y eso lo salva a mis ojos.
Estoy comprada, de momento, para leer la segunda parte de la tetralogía.